Wednesday, November 25, 2009

¿Un día contra la violencia?

¿Qué le pasará a Maritza que desde ayer no la vemos? –inquiere a otra de sus vecinas, Anabel, preocupada porque desde el día anterior no ve a su joven amiga.

A lo mejor no se siente bien –responde la interpelada-, yo tampoco la he visto… ¿por qué no nos acercamos a su casa un momentico y salimos de dudas?...

Minutos después tocan a la puerta, y luego de preguntar ¿quién es…? Maritza les abrió con suma cautela.

¿Qué te ha pasado, mujer?, preguntan, casi al unísono, sus dos amigas. El llanto de Maritza fue su única respuesta: su cara amoratada no dejaba espacio a la duda, su esposo la había golpeado salvajemente…

Desde cuándo sucede esto –pregunta una de las mujeres.

Hace tanto tiempo, que apenas recuerdo –contesta-, siempre que lo contradigo o se da unos tragos, se me viene encima como una fiera, y yo ya no se que hacer.

-Pero ¿cómo no vas a saber? ¿Dónde está tu autoestima? ¿Por qué no lo denuncias a las autoridades?

-¿Tú quieres que me mate? Sí lo denuncia a la policía, me mata, que no te quepa duda…y de nuevo se hecha a llorar.

-Maritza, ¡tú le tienes miedo a tu marido!, reconoce Anabel, pero lo peor es que has perdido la autoestima.

La muchacha se debate en sus pensamientos. Sí, quizás sea eso, pero si lo hago, me quedo sola y yo no soporto la soledad… ¿Qué va a pensar la gente de mí? Y si de verdad toma represalias… Su cabeza es un torbellino.

Hasta ahora se ha aferrado al sueño de rescatar al hombre que conoció al inicio de su relación con él y quizás por eso ha justificado más de una vez sus terribles golpizas: “pobrecito, es tan bueno y cariñoso".

Por eso, sigue con él, y también porque le da miedo que su esposo cumpla la amenaza que le ha hecho prácticamente desde que se casaron, incluso delante de su familia. "Si lo denuncio, me mata", medita con lágrimas en los ojos.

¡Esto se acabó! –se dice- mientras sus manos se apresuran hacia lo indispensable; cierra tras sí la puerta, y la brisa de un día fresco acaricia su rostro. ¡Por fin ha roto las cadenas!

Antes, mucho antes, lo hicieron las hermanas Minerva, María Teresa y Patricia Mirabal, activistas políticas asesinadas en la República Dominicana, el 25 de noviembre de 1960. Estas jóvenes se enfrenaron a la dictadura de Rafael Trujillo y por eso las asesinaron en una emboscada cuando iban a visitar a sus esposos detenidos en la cárcel, y en cuyo honor, las Naciones Unidas ha instituido esa fecha como Día Internacional de la no Violencia contra la Mujer.

Muchas mujeres no tienen conciencia de que son víctimas de violencia física o psicológica, o en el peor de los casos, el miedo a una represalia congela la voluntad de muchas víctimas de violencia intrafamiliar. A otras les avergüenza la divulgación de su drama, y no son pocas las que simplemente desconocen qué hacer. Una minoría opta por la denuncia; aún así, abundan quienes la retiran, después de haberla presentado ante la policía. Y sin acusación es casi insostenible el caso ante los tribunales.

Es necesaria la denuncia de la persona agraviada o del cónyuge y ascendientes, o del representante legal, salvo cuando hay escándalo o conmoción en la comunidad, porque entonces lo puede denunciar cualquiera, solo que muchas los testigos escasean por aquel oxidado aforismo de que entre el hombre y mujer, nadie se debe meter.

Estudios realizados dan a conocer que en el mundo el 25 por ciento de las mujeres son violadas en algún momento de sus vidas; de un 25 a un 75 por ciento, en dependencia del país, son maltratadas físicamente en sus hogares de forma habitual y cerca de 120 millones de mujeres han padecido mutilaciones genitales.

El 70 por ciento de las agresiones contra la mujer, a escala mundial, suceden en el hogar, por lo que algunos especialistas aseguran que la violencia física causa más muertes y discapacidades a las mujeres entre 15 y 44 años, que el cáncer, la malaria, las guerras o los accidentes de tránsito.

Digamos NO a la violencia contra la mujer, sea cual sea la forma de maltrato. La familia, la comunidad, la sociedad toda, en todas partes del mundo, debe unir sus voces para denunciar y, si es posible, acabar con este flagelo que tanto lacera a la mujer, de modo que cada jornada sea ¡un día contra la violencia!