Monday, December 04, 2006

Jennifer no es una niña mala

“Jennifer no es una niña mala. Jennifer es un poquito majadera, pero no es una niña mala. Inquieta sí, tocona, como decimos algunos adultos, quizás, pero de ahí a ser severamente castigada por alguna falta cometida, eso no, por favor….”
Tales aseveraciones de una amiga despertaron mi interés y me incitaron a reflexionar sobre un tema tan delicado como lo es la violencia infantil, consciente o inconsciente, dañina igual, por cuanto repercute en la formación de la personalidad de los seres humanos.
Las experiencias en los primeros años de vida tienen un significado muy especial para el desarrollo del individuo dentro de la sociedad y es por eso que los niños necesitan establecer vínculos sociales con personas de su entorno, que le prodiguen amor, ternura, y afecto, además de disponer de un medio con el cual poder interactuar.
La familia es el ámbito privilegiado para hacer crecer las potencialidades personales y sociales desde la infancia, pero cuando se violan los espacios de uno y otro de sus miembros y además se utilizan métodos violentos para ello, comienzan a transmitirse en el propio hogar, conductas inapropiadas que son asumidas por el niño.
La violencia, como un problema social y de salud, afecta a todos sin distinción de país, clases sociales, credos, costumbres, color de la piel, ingresos económicos y muchos otros y ha adquirido resonancia social en los últimos tiempos por ser más conocidas y estudiadas estas conductas.
Existe violencia siempre que uno, dos o más personas actúen de manera directa o indirecta produciéndose daños en grado variable ya sean en su integridad física, psicológica y social.
Las niñas y los niños están considerados entre lo más proclives a ser víctimas de estas manifestaciones y a tener alta incidencia dentro de este fenómeno, precisamente cuando estos actos ocurren dentro de la familia.
La violencia intrafamiliar ha sido entendida como todo acto que se comete en el seno del hogar por uno de sus miembros, que perjudica la vida, el cuerpo, la integridad psicológica y la libertad de otros
La violencia infantil está determinada por las acciones intencionadas, omisión o cualquier actitud pasiva o negligente que lesionen o puedan lesionar potencialmente a un niño, provocándole daños que en forma alguna interfieran u obstaculicen su desarrollo físico, psicológico, emocional y social.
En América Latina, cerca de seis millones de niños son objeto de maltrato, debido, en lo fundamental, a que esta es una región de países subdesarrollados o en vías de desarrollo, con todas las limitaciones que ello supone, el consiguiente crecimiento de estas conductas y las cifras alarmantes de niños abandonados.
En Cuba, desde el mismo triunfo de la Revolución el niño cubano es preocupación del Estado, el cual le brinda atención médica y educacional y la posibilidad de llegar a la adultez de forma sana y equilibrada, lo que no es óbice, sin embargo, para afirmar que investigaciones realizadas en algunas áreas de salud, demuestran que el uso de la violencia es una de las causas fundamentales en la presencia de trastornos psicológicos en los niños.
Cuando los niños no hacen caso, o no responden en el momento que queremos, o no cumplen con determinada tarea, se les grita, se les insulta o amenaza y hay hasta quienes lo golpean lo mismo en la casa, que en la calle y a veces, hasta en la escuela.
Y es que el maltrato en la mayoría de las ocasiones es consecuencia de una educación estereotipada, que dificulta la formación de valores vinculados con el desarrollo de la personalidad, por eso es preciso abordar esta problemática sin tabúes, ni cortapisas; enfrentarla con decisión y llamar a capítulo a quienes la ejercen. La nuestra no es una sociedad perfecta, pero para nuestra Revolución, y para el propio Fidel, nada es más importante que un niño.