Monday, December 15, 2008

Una mujer de Ciencia

Por Alexis Pérez Sánchez y Zucel de la Peña Mora
“Y me hice maestro, que es hacerme creador.”
José Martí
El ganado respeto del que goza, el amor que profesa y le profesan, su prestigio, y esas ansias suyas de aprender y de enseñar, hacen de ella una persona imprescindible. Rafaela Macías Reyes es su nombre, pedagoga, investigadora, maestra de maestros, en fin… una mujer magisterio; una mujer de Ciencia.
La lista de sus méritos casi resulta infinita. Ha recibido reconocimientos territoriales, nacionales e internacionales por su labor docente, investigativa y de asesorías, y ha sido merecedora, durante varios años, de la Distinción Especial del Ministro de la Educación Superior.
La medalla José Tey y la orden Frank País García, que entrega el Consejo de Estado cubano a aquellas personas destacadas, de manera ejemplar, en el cumplimiento de su deber, también forman parte de los estímulos recibidos por esta fémina, varias veces galardonada con la condición de Vanguardia Nacional.
Integran sus lauros el concedido en el 2002 por la Universidad Autónoma de Sinaloa, en la ciudad de Mazatlán, México, como respuesta a su aporte en la formación de masters en Desarrollo Cultural Comunitario.
Pero no hemos traído a la “profe Rafaela” hasta este espacio para congelarla entre soles de triunfos, sino para sentirla viva, mirar de cerca su mundo, y agradecer el momento justo en el que el destino la hizo compartir el tiempo de los hijos de El Cucalambé.
LAS TUNAS ES SU HOGAR
“Las Tunas para mí tiene un valor muy grande: mi compañero de toda la vida nació aquí. El vínculo con esta provincia empieza por ahí, pero ha desbordado los límites de la relación familiar y afectiva, al extenderse al campo profesional.
“Desde el punto de vista cultural comenzó a llamar mi atención en 1968, cuando visité la ciudad por primera vez. Desde entonces percibí su hálito especial y comprendí algunas ideas que, desde la visión de mi esposo, tenía acerca del territorio. Luego se presentó la oportunidad de guiar dos tesis de maestría relacionadas con su historia cultural, y eso me contagió del amor por esta tierra.
“En el 2006, en la Universidad de La Habana, tuve a mi cargo las palabras de agradecimiento de los distinguidos por el Ministro, y cuando se refirieron a mí, hablaron de la tunera, y sentí regocijo porque así fuera. Siempre digo que soy santiaguera, esa es mi identidad, allá nací y estuve por mucho tiempo, pero no puedo negar que me considero tunera de corazón.”
Venir de una casa de altos estudios con tanta historia como lo es la Universidad de Oriente y llegar al centro universitario Vladimir I. Lenin, más pequeño que la facultad donde se desempeñaba como Decana, en Santiago de Cuba, no resultó nada fácil para Rafaela, máxime, si uno de sus empeños de entonces era la creación de la facultad de Ciencias Sociales y la carrera de Estudios Socioculturales.
Partió de cero; no había tradición en este campo, y mucho menos, especialistas; aun así, auxiliada por un grupo exiguo de compañeros, laboró intensamente, y en el 2006 vio graduarse a los primeros profesionales de esa disciplina en el Balcón de Oriente.
“Aquí he sido maestra, asesora, investigadora. Y me satisface saber que tengo algo para mostrar, porque aun cuando el Centro Vladimir I. Lenin no es todavía una universidad, no tengo dudas de que lo será algún día, y yo he contribuido a ello, así como a la preservación de la memoria de Las Tunas, que está en las tesis de los masters en Ciencias en Desarrollo Cultural Comunitario que ya tenemos.
“Si esa historia no la escribimos y preservamos, se pierde, y eso afectaría nuestra identidad, nuestra cubanía, uno de los pilares de la Isla para enfrentar las agresiones de Estados Unidos.
“Ser cubano no solo pasa por la esfera de lo político; ser cubano pasa también por lo cultural, y ello es esencial para reafirmar los rasgos identitarios, dirección en la que el profesional de los estudios socioculturales desempeña un rol fundamental.
“Debemos seguir perfeccionando el trabajo comunitario, porque indudablemente tenemos un problema por resolver, y no hablo solo de Las Tunas, sino de toda Cuba: hay mucho empirismo y mientras no se usen los resultados científicos existentes, van a continuar las dificultades.
“Las instituciones visitan a las comunidades, pero no de forma coordinada, lo cual incide en la participación popular. Se hacen evaluaciones incompletas al tenerse en cuenta solo una parte del asunto, el cuantitativo, mientras se deja de lado el cualitativo, referente a aquello con lo que las personas se sienten identificadas.
“Existen muchos proyectos y programas, eso es cierto, pero a veces encontrados, repetidos; todavía no logramos los mecanismos ideales para integrar los actores sociales de hoy, diferentes a los de quince años atrás.”
Esta fémina de presente y futuro es graduada de profesora en Ciencias Biológicas en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Oriente en 1968 y de licenciada en Filosofía en 1980. El grado de doctora en Ciencias Filosóficas, lo alcanza en 1986, en el Instituto Plejanov, Moscú. Actualmente es presidenta del Consejo Provincial de las Ciencias Sociales.
EL FUEGO QUE INCITA
Rafaela apenas recuerda el número de tesis de las que ha sido tutora u oponente, de modo que la docencia y la investigación siempre han estado ahí, entre las estrellas más preciadas de su cielo. Incontables son, igualmente, los contenidos en los que ha profundizado, relacionados con el quehacer comunitario y sociocultural, las tradiciones, la identidad, las memorias colectivas y el trabajo metodológico, para la formación de los profesores universitarios.
Esta labor la ha hecho merecedora del Premio por la Obra de la Vida en Investigaciones (2008) y de varios galardones por los resultados científicos alcanzados.
El internacionalismo también enaltece su carrera. De ello dan cuenta naciones como Rusia, España y México, en las cuales ha desarrollado actividades académicas trascendentes.
En 1976 accede al universo de las investigaciones, del cual no ha podido escapar jamás. Las Ciencias Sociales la acogieron en su seno como a hija ilustre, y Rafaela, pródiga al agradecer, la perfecciona cada día con nuevos alumbramientos.
“Hay una realidad que uno no puede obviar –manifiesta inconforme- y es que los resultados que pueden aportar las ciencias naturales, exactas y técnicas, se ven mucho más rápido que los de las ciencias sociales; eso no ha cambiado, pero sí ha aumentado la visión de lo importante que resulta este campo para nuestra sociedad.
“Cuba tiene como meta la equidad, la justicia social. Aspiramos a estar entre los países más cultos del mundo, ¿cómo es posible lograrlo si las investigaciones sociales no se toman en cuenta, si no se investigan los fenómenos actuales de la sociedad cubana y se proponen alternativas para su solución?”
¿Se considera usted una científica?
“Esa palabra encierra un concepto muy amplio. Yo solo soy una persona que indago, que me gusta investigar. Ojalá antes de morir logre ser considerada una científica.
A Engels le preguntaron una vez ¿por qué la teoría del Marxismo se llama así y no marxismo-engelismo?, y él respondió, con esa sapiencia que lo caracterizaba: “sencillo, porque Marx atalayaba mejor, veía más; Marx era un genio, yo, a lo sumo, soy un hombre de ciencia.”
“Haciendo mías sus palabras, podría decir: soy simplemente una mujer que no se conforma con lo que ha aprendido, y todos los días trata de saber un poco más.”
EL AMOR QUE FORTALECE
“La familia lo es todo para mí, por ella dejé a Santiago de Cuba y a la Universidad de Oriente. Gracias al apoyo de mis seres queridos y en especial de mi esposo, mi compañero de toda la vida, he podido transitar todos estos caminos del saber; sin su colaboración, nada hubiera sido posible.”
Pero los dos hijos, sus cuatro nietos y su esposo, la saben compartida, confiados de que allí, en el sitial de honor de los amores eternos, también están la ciencia y el magisterio.