En momentos en que la lucha de ideas nos sitúa en un combate diario en defensa de la Revolución, el pensamiento de José Martí y su obra toda devienen preciado tesoro para el fortalecimiento ideológico del pueblo y arma de combate para enfrentar a los enemigos que se empecinan en destruir nuestra obra, forjada con el sudor y la sangre de los cubanos buenos.
Martí fue un trabajador por excelencia de las ideas, las que esgrimió como poderoso instrumento de lucha en su constante quehacer por la liberación nacional y social de su pueblo. Y es que las ideas representaban para él la posibilidad real del hombre de ejercer su dominio racional sobre la fuerza, concepción según la cual la verdad debía ser siempre el punto de partida y el final, es decir, el propósito esencial del pensamiento.
El Héroe de Dos Ríos imprimía mucha fuerza a su pensamiento, aun cuando algunos dudaban de su viabilidad. A Gonzalo de Quesada le recordó en más de una ocasión que la lucha del periódico Patria tenía que librarse en la calle, en el taller, en cada lugar donde se recibiera, pues debía ganarse la confianza de los lectores con un mensaje verdadero, sin encubrimientos, ni remilgos.
Al propio Gonzalo de Quesada, y a Benjamín Guerra, les hace saber cuando parte definitivamente, que no dejaran caer el periódico, que lo mantuvieran bien en alto porque si a pensamiento es la guerra que se nos hace, ganémosla a pensamiento.
La batalla ideológica librada por Martí contra el anexionismo y el autonomismo era de una agudeza extrema; contra estas corrientes su pluma no dejó de armarse de verdades. Hizo de la propaganda un método y un estilo verdaderamente únicos, sin fracturas en las ideas, con un alcance logístico en su estrategia ideológica extraordinario, porque… Trincheras de Ideas valen más que trincheras de piedras.
Vindicación de Cuba es una excelente muestra del método de ofensiva ideológica que el Maestro le imprime a su defensa en una cuestión tan sensible como lo es la campaña enemiga para desacreditar y menoscabar los valores patrióticos del pueblo cubano.
Para transmitir el mensaje preciso y necesario, y para trasladar ideas, intercambiar opiniones, comparar puntos de vista y hasta para tomar parte en la polémica aguda o fraternal, Martí aprovecha sus artículos, discursos, cartas y circulares, pero siempre para convencer, persuadir o censurar, si así era menester, con objetivos ideológicos bien definidos, basados en principios que no se pueden negociar.
Y es que para el Apóstol la defensa de las ideas es una cuestión medular en el desempeño de la propaganda. La verdad ha decirse limpia de mistificaciones y alta como la bandera, y esgrimirse siempre como si fuera un sable de batalla.
Quienes cedan en sus ideas, no son dignos de que se les reconozca como soldados de la verdad, de ahí que para él el cumplimiento del deber sea prácticamente algo místico, respecto al credo ideológico, cuando de las verdades de la Patria se trata.
El término Patria sugiere un compromiso histórico que Martí asocia con las virtudes de los hombres y su responsabilidad de batallar por la justicia y la verdad donde quiera que estén, por eso es parte de la humanidad y por tanto, es universal el amor que la sostiene. La fraternidad es el culto al amor verdadero entre los hombres
En un mundo de tinieblas es necesario forjar hombres solares, consideraba, de ahí su mensaje perenne de preparar el camino para situarlos a la altura de su tiempo. No se vive para hoy, sino para mañana, sentenció. La batalla por la Patria y la redención humana se sustentan, en lo fundamental, en estar preparados para ese combate en el terreno de las ideas, como hombres de pensamiento y de acción, que son en definitiva los que en las horas místicas se ensanchan en el deber y la agonía.