En su discurso del 17 de noviembre de 2005 en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, Fidel hizo un análisis muy profundo acerca de las desigualdades, injusticias, despilfarros, descontroles, robos y fenómenos de corrupción existentes en nuestra sociedad, la mayoría de los cuales surgieron o se desarrollaron durante los años más críticos del Período Especial, así como de algunos errores cometidos que propician el agravamiento de esos vicios y males.
“¿Es solo una cuestión ética? Sí, es primero que todo una cuestión ética; pero, además, es una cuestión económica vital”, explicó Fidel luego de asegurar que la Revolución y el pueblo solucionarían tales problemas.
Ante ese reto, y dada la importancia primordial de los factores morales y éticos en el destino de nuestra Revolución, corresponde a las cubanas y a los cubanos de buen corazón; sin distinción de edades, sexo, raza o credo, reflexionar acerca de estos conceptos, cuya vigencia se renueva cada día en correspondencia con la realidad actual de nuestro país.
Existen numerosas definiciones de moral y ética y aunque desde tiempos remotos se le atribuye a una el significado de la otra, en su sentido más amplio, la ética es la ciencia de la moral; y la moral, las reglas de la vida en sociedad y la conducta de los hombres, especialmente, sus deberes entre sí y hacia la comunidad.
En consecuencia, algunos especialistas consideran a la moral como el conjunto de fenómenos objetivos de la vida social y espiritual de los hombres, y ética, a la teoría filosófica de tales fenómenos.
Por eso Fidel nos ha convocado a combatir honradamente y sin abusos de poder, con la valentía de decir la verdad y suministrar la información necesaria a la táctica adecuada para ganar cada batalla. Se trata de un enfoque esencialmente ético, incluso hasta de aquellas medidas que será preciso adoptar en el terreno económico. De ahí que las principales armas de esta contienda no sean de tipo jurídico o policiaco —aunque estas también han de jugar su papel, sobre todo en la lucha contra el delito y la corrupción—, sino de carácter político y moral.
En consecuencia resulta imperativo e impostergable, desarrollar un combate sin cuartel contra la corrupción, el despilfarro, el robo y otras indisciplinas sociales surgidas o desarrolladas en los años más críticos del Período Especial.
Se impone, por tanto, apelar a la conciencia, al honor y a la vergüenza de los cubanos; al ejercicio de la crítica y la autocrítica, no solo en círculos cerrados, sino en los espacios públicos que resulten convenientes, incluidos los medios de difusión masiva, a fin de lograr su máxima efectividad y su mayor impacto social.
Y no puede ser de otro modo, pues en esta guerra a la que nos convocara Fidel en el Aula Magna de la Universidad de La Habana “hay una batalla de tipo económico y otra de carácter moral, y ambas tienen como objetivos comunes generalizar los valores del hombre nuevo forjado por la revolución y asegurar el destino socialista de la Patria.